El abismo didáctico dentro de la literatura infantil

La belleza, a través de estos últimos años, parece haber cedido su lugar a un didactismo que peca muchas veces de ingenuo. Actualmente, los autores peruanos que pretenden dirigirse a un público infantil, parecen haberse olvidado del goce estético literario, cayendo fácilmente en apologías afectivas y fabulísticas. Y todo esto debido a que están más interesados en la orientación social que en la construcción artística literaria.

Estos escribidores —que a menudo no son más que turistas dentro del mercado editorial actual— deberían facilitar el acceso a un primer acercamiento del joven lector con la literatura, sin fronteras de carácter pedagógico. Puede resultar lamentable, pero en literatura, no bastan las buenas intenciones. Y en su intento, se revela su falta de talento: abusando muchas veces de adjetivos y diminutivos, poniendo como excusa de que los textos son dirigidos a un público infantil; como si escribir para niños implicara rechazar o secundar la forma y composición del texto.

En la actualidad, muy pocos son los libros que buscan conmover al joven lector lejos de un fin moral. Los recursos poéticos han sido sustituidos por la prosa insípida. La fantasía, por la carencia imaginativa. La experiencia estética, por la mediocridad. ¿Acaso hemos caído en un abismo en el que ni siquiera sabemos que estamos?

Una voz con gran peso como la de Izquierdo Ríos, nos recuerda:

La literatura infantil debe proporcionar al niño un alto goce estético, despertando en él amor profundo por la Naturaleza, por la vida, por la Patria, por la Humanidad». Y más adelante: «Debe ser, en consecuencia, expresión de belleza, de picardía, de ensueño, de realidad, de júbilo, de esperanza, en suma, completa exposición de la existencia.»

Como vemos, un primer acercamiento a la naturaleza y a la vida; que guste tanto a grandes como a los pequeños. Potenciando así, la sensibilidad del niño por medio de la literatura, es decir, del lenguaje. Porque el arte, fiel reflejo de su tiempo, se agota. Pero lo bello, lo realmente bello, puede durar más tiempo.

Pero no hay que malinterpretar, lo didáctico no debe ser mutilado por completo de la literatura infantil. El problema yace cuando las obras que se publican cada año solo permiten observar esta única cuestión. El didactismo es una de las tantas ramas que tienen los libros de LIJ; pero en el Perú, solo hacen eco los libros publicados bajo este formato. Debido a esto, son muchos los autores peruanos que fallan debido a sus buenas intenciones. Ya sea por falta de experiencia, o, digámoslo claro, falta de talento. Desorientando así, al público lector, quien lamentablemente cree que, en un buen libro para niños, solo deben encontrarse cuestiones didácticas.

A mitad del siglo pasado, Sebastián Salazar Bondy ya nos advertía del arduo trabajo para los que querían escribir para un público infantil:

Para escribir tales textos, bellos y sencillos, profundos y didácticos, hace falta un gran talento, una gran capacidad expresiva, un gran espíritu pedagógico. […] sin que, tras la anécdota de la narración, se distinga groseramente el propósito didascálico.»

Mas esta urgente búsqueda no puede hacer que nos emocionemos con la aparición de nuevos talentos. Por eso, debemos ir con minuciosidad, muchas veces escarbando, lejos del bullicio de las grandes editoriales —quienes suelen tener una línea editorial marcada y limitan la creatividad de sus publicaciones—. Porque aún con timidez, hay escritores que se atreven a ir por los caminos menos transcurridos, que menos frutos económicos cosecha; pero que más riqueza artística tienen. Y eso, ya es bastante.

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Por otro lado, las escuelas, que son casi siempre el primer acercamiento del niño con la literatura, no hacen más que ahuyentar al lector primerizo con obras que no son aptas para su edad ni su entendimiento. El maestro de letras, que debería ser el guía y escultor de la formación literaria en sus alumnos, no hace más que tropezar debido a su inexperiencia con los textos que figuran dentro del plan de estudios escolares. ¿Acaso puede el maestro que no ha desarrollado el hábito de la lectura motivar a sus alumnos a disfrutar del goce literario? ¿sabrá diferenciar entre lo bueno y malo en materia de calidad artística? Y sin ir tan lejos, ¿puede alguien que no lee literatura, enseñar literatura?  Esto es un problema serio dentro del territorio nacional: los maestros no leen. Parecen haber quedado satisfechos con lo aprendido, sin seguir motivando su intelecto y poniendo límites a su conocimiento. Al parecer, muchos aun no reconocen el papel clave que tienen dentro del crecimiento del Perú.

Hay, todavía, mucho que hacer.


Referencias

Izquierdo Ríos, Francisco, La literatura infantil en el Perú. Casa de la Cultura del Perú, 1969, p.8.

Salazar Bondy, Sebastián, La luz tras la memoria: artículos periodísticos sobre literatura y cultura (1945 1965) Tomo I. Lápix Editores, 2014, p.85.

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