Escribir la obra: ¿Desde dónde parto y hacia dónde voy?

Artículo escrito por Fernando Zabala (docente y dramaturgo).

Escribir a partir de una imagen es lo que todo autor intenta hacer antes de empezar a diagramar una obra. Una imagen que desencadenará en varias otras imágenes, relacionadas o no, y que nos ayudará definitivamente a escribir nuestra historia.

Sin embargo, la asociación de elementos anteriormente no relacionados es lo que podemos fusionar a la hora de buscar un resultado. No es lo mismo que empiece teniendo una gran improvisación imaginaria de la nada, a que la tenga con elementos disociados que pueda empezar a vincular.

Cuando junto esos elementos disociados, empiezo a entender que el proceso de creación se vale de muchísimos materiales venidos del teatro, de la literatura, del periodismo, de la fotografía, de la pintura, de la escultura, de la música y del cine. Diferentes textualidades que juegan un rol fundamental en su unidad para mi universo creativo.

No es lo mismo comenzar a escribir a partir de la imagen de una fotografía, a tener como disparador una fotografía, una pintura y un poema. Esos tres elementos que nunca se habían cruzado antes entre sí, empiezan a cobrar sentido y forma, y la unión necesaria para empezar a tener un claro puerto de destino hacia mi obra.

BarthesEn mis clases de dramaturgia suelo citar el ejemplo de cómo partí para escribir una de mis tantas obras de teatro con elementos no relacionados entre sí. Por ejemplo, en el monólogo de mí autoría, Se despide el campeón, empecé a tener mis primeras imágenes a partir de la noticia de un diario, donde se describía cómo velaban a un boxeador erguido y embalsamado sobre un cuadrilátero en un club de barrio. Me pareció inefable la noticia y la archivé rápidamente. Con el tiempo, recuerdo que buceaba en internet buscando distintos registros y materiales para otras obras y fue allí mismo donde me topé casi accidentalmente con el relato de Rolland Barthes: Fragmento de un discurso amoroso.

Archivé ese relato de Barthes, porque empezaba a darme cuenta que lo podría utilizar para una de mis tantas obras en proceso. Y efectivamente fue así: en el cruce de dos elementos tan lejanos y ajenos entre sí, apareció la obra. Era la noticia de un boxeador que velaban erguido y embalsamado sobre un cuadrilátero en un club de barrio, más el embalsamamiento amoroso del que hablaba descarnadamente Barthes, como metáfora del deseo, del dolor y de la pasión. Allí, descubrí felizmente la asociación entre esos dos materiales y empecé a escribir mí obra.

Ahora bien, sé que puedo ligar elementos que no tienen parentesco alguno, que no se conectaron nunca entre sí, o que nunca se me ocurriría que se podían mezclar, conjugar, como es el caso de la obra que acabo de describir. Pero, cuidado que aquí radica la trampa. Tener todos estos elementos a disposición no significa que tenga la puerta de mí obra en la esquina de mi casa, si no sé bien cómo emplear las imágenes que archivo, puede ser una colección infructuosa y lo suficientemente frustrante para desecharla o no saber qué hacer con ella.

Sostengo siempre en mis clases y se lo sigo diciendo a mis alumnos de dramaturgia, las imágenes de las que parto, siempre deben tener un conflicto. O por lo menos, la unión de esos elementos que yo asocio casi intuitivamente, me deben conducir a un conflicto o varios de ellos.

Es decir, relaciono elementos escriturales, visuales, auditivos, pareidolicos, apofénicos, etc. Con el fin de poder combinarlos y partir hacia una posible configuración de mí nueva obra, pero siempre y cuando remitan a personajes conflictuados, a situaciones límites que tengan que atravesar los personajes de mí historia y así poder visualizar cómo crecen y se abren dramáticamente en el desenlace.

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La mejor manera de que un dramaturgo transmita estas emociones y pueda conmover a su público es encontrando buenos conflictos y jugosas situaciones que, seguramente, saldrán de aquellas primeras imágenes intercaladas, y que terminaran por unirse a otras configuraciones posibles, para volver teatralista y singular la historia de la que yo parto.

Escribir con imágenes frescas y combinadas es armar el entreverado y complejo rompecabezas de un dispositivo teatral, pero también es, sin lugar a dudas, escribir con la obra a mis espaldas.

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