¿Qué es y qué representa el subtexto? Algo más que un río subterráneo

Artículo escrito por Fernando Zabala, docente y dramaturgo.

Hablar del subtexto en el teatro de hoy es hablar de variadas y complejas definiciones en el campo de lo expresivo. En este artículo me propongo decodificar algunas de esas tesis y describir su funcionamiento gestual desde su raíz.

El subtexto es el texto que está debajo del texto que escribimos. No está compuesto por palabras; es un texto con otra materialidad y otra textura. El subtexto a veces se suele asimilar a funciones instintivas, de allí su honda y dinámica complejidad. Está siempre presente en el tiempo escénico, buscando el momento oportuno de manifestarse en el texto de la representación. Por ello, es parte del trabajo del actor y del director encontrar su forma y decodificarlo. Pero también es trabajo del autor saber introducirlo en momentos medulares de la obra.

Un gesto, una mirada, un silencio, un golpe, una tos, fortalecen enormemente el sentido de un espectáculo. Allí también está el subtexto, teñido de gestos expresivos; la puerta oculta de los personajes y de una obra teatral. No es solo lo que está detrás de las palabras. El subtexto va más allá de las palabras o el parlamento de un individuo determinado, también está en las acciones físicas que pueda realizar un personaje, en un momento dado de la obra para satisfacer su deseo.

Hay personajes del teatro clásico o contemporáneo, por ejemplo, que utilizan el subtexto como estrategia para doblegar a sus adversarios. Un claro ejemplo de ello, es el subtexto que inicia el personaje protagónico en La Nona de Roberto Cossa. La única acción que tiene el personaje central de la obra es la de comer, acción que pone nerviosos a sus familiares que ven con desgano e impotencia, como esa pequeña abuela de pelo blanco, se come hasta los escasos ahorros de una clase media venida a menos. Esa acción de comer en sí misma también está plagada de subtextos, de acciones que no están conformadas por palabras y que se apoyan fuertemente en lo gestual, utilizado ingeniosamente luego por el personaje, para ganar en el terreno del enfrentamiento.

«La nona» (1979).

Se puede decir que las diferentes capas de sentido que tiene una obra teatral, están constituidas por diferentes subtextos que van a crear una función semántica, y arduamente ininteligible en el texto espectacular.

El subtexto también nos conecta con lo arcano, con el misterio, con la oscuridad de la que surgen los personajes con sus deseos y sus contradicciones, para luego disfrazar sus intenciones, sus miedos, y su irrefrenable locura para alcanzar sus objetivos.

Es, asimismo, transmitido de una forma implícita: muchas veces lo encontramos en las actitudes, o en las pequeñas conductas de los personajes, en donde estos, esconden sus verdaderos propósitos para no ser descubiertos. Por lo tanto, el subtexto, casi siempre aparece de un modo indirecto sobre la escena.

Los personajes de una obra teatral tienen que leer y saber decodificar los subtextos que proponen sus adversarios.  En las actitudes de cada individuo se deja ver algo de lo que se oculta. Al descifrar esta relación, el antagonista conoce más al protagonista y elabora en respuesta una línea de acción para ganar en el conflicto. Por ejemplo: en el caso de El Partener de Mauricio Kartún. Cuando el personaje de Pachequito (el padre), ve que Nico (su hijo), está decidido a quedarse con él, Pachequito elabora una cuidada línea de acción para evitarlo y así poder escapar. A partir de que Nico ve a Nidya entrar en la habitación, este se transforma y se modifica (el chico desiste de la idea de irse, para quedarse con más insistencia). Lo primero que lee Pachequito en las acciones de Nico es su subtexto: el chico vuelve a sacar la ropa del bolso y la arroja violentamente adentro del mueble (indicio de que está dispuesto a dar lucha como sea).

Es la acción y el modo de moverse de un personaje frente al mundo lo que también damos a llamar el subtexto. Estas acciones no son las de tomar un simple café o preparar un rica comida para atender a los invitados. Las acciones que aparecen como centrales en una obra teatral son las que están conformadas por el subtexto que genera el personaje para avanzar sobre su deseo o su contradicción.

No es lo mismo el café amistoso y cordial que se sirve en el comienzo de una obra que el café envenenado que prepara un personaje, mientras simula agasajar generosamente a su víctima desprevenida. Entonces, podremos decir, que el subtexto que inicia un individuo determinado, debe estar al servicio de su estrategia, por lo tanto, estará también, al servicio del sentido de una obra.

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El subtexto también puede ser utilizado hasta el máximo límite por un personaje. Puede ser que sea una única y sola estrategia durante toda una obra para ganarle a sus rivales. Por ejemplo, un individuo que esté callado durante varias horas, y que sus gestos sean mínimos como los de fumar, escuchar, silbar, o sonreír, cuando el otro personaje intenta sacarle información. Esa acción puede descolocar o enloquecer a su rival y como podremos imaginar, el personaje que calla más de lo que habla, está logrando su objetivo. Ahora su rival está desorientado y preocupado por el silencio y la indiferencia del otro personaje. Sabe que el tiempo empieza a correr y que no podrá contar con la información necesaria que tanto precisa. Como vemos, con tan solo diseñar una cuidada estrategia basada en el gesto mínimo y el silencio, se puede golpear sin necesidad de emplear palabra alguna. Esa acción por sí sola, además de ser un agudo subtexto empleado por el personaje, derriba el discurso del oponente y acrecienta enormemente el conflicto de una obra.

Por ello, tendremos que entender, que el subtexto es complejo e intrincado y que está más allá de los argumentos textuales que tenga un personaje para defenderse o para alcanzar su preciada meta. El subtexto nos conecta con el inconsciente y revela poco a poco, lo que nuestros personajes han venido a buscar en realidad, al mundo de lo impredecible.


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