Las emociones como resultado de la buena trama

Por Fernando Zabala / Docente y dramaturgo

Las emociones en una obra teatral siempre son importantes porque hacen crecer la trama, modificando así definitivamente el estado de ánimo que traen los personajes. Lo primero que tenemos que hacer para expresar las emociones en los momentos medulares de nuestra obra es saber identificar dónde el personaje empieza a tocar fondo. Tenemos que ser capaces de reconocer en qué momento llega a una situación límite.

Cuando el personaje entra en crisis, su estado de ánimo no va a ser el mismo y se va a abrir imprevisiblemente hacia lugares insospechados. Para trasladar las emociones a los personajes, hay que considerar qué factores permiten deducir la presencia de una emoción determinada. Como, por ejemplo: Qué gestos provoca, qué expresiones, físicas o verbales, produce y, en fin, a qué decisiones conducen ciertas emociones.

Hay dos niveles donde tenemos que saber diferenciar las emociones que se expresan: El interno y el externo. El nivel externo es donde podemos darnos cuenta de las emociones que tiene el personaje a través de ciertas señales físicas. Todo lo que indique una acción con su cuerpo y sus gestos es lo que determinará la emoción por la que transita. Mientras más intensa sea su emotividad, más señales físicas aparecerán en su cuerpo. Las pequeñas conductas son inconscientes y por lo tanto son muy difíciles de simular cuando un personaje está enojado, nervioso o simplemente angustiado.

Por otro lado, internamente, las emociones producen pensamientos y reflexiones que siguen patrones lógicos y racionales. Lo más frecuente es que estos pensamientos vayan de un nivel a otro y de una forma secuencial. Estos pensamientos se expresarán cuando el personaje llegue a su punto máximo de quiebre y podamos ver lo que le ocurre internamente. Si no hay una rotura que indique el cambio en sus actitudes, corremos el riesgo de tener un personaje lineal y previsible. Los estados de ánimo que cambian y crecen en su dramaticidad dan como resultado un buen giro en la trama porque generan expectativas en el espectador y, sobre todo, buena tensión dramática en la obra.

Hay que entender que la experiencia del personaje no es otra que la experiencia del espectador. Las emociones se pueden describir, analizar u organizar. Pero ninguna de estas acciones contiene el estado de ánimo de un personaje. Por lo tanto, si el personaje verdaderamente está angustiado, tiene que saberlo expresar en los dos niveles descritos anteriormente. También es fundamental estar atento a los diversos estímulos que pueda recibir el personaje para modificarse y cambiar de un estado de ánimo a otro. Como en la vida real, si alguien nos ataca reaccionamos rápidamente. Los estímulos generan pequeñas explosiones y hacen que el personaje salga de la primera capa que traía y su condición se vuelva mucho más humana e impredecible. También, es importante comprender que el texto no es todo en una obra teatral.  Los personajes no se expresan únicamente con palabras. Tenemos que pensar en los personajes como sujetos que tienen un lenguaje corporal y una respiración propia que trascienden las palabras y hasta la misma estructura. El lenguaje corporal es visible no solo en el comportamiento que tiene el personaje, sino en las acciones que emprende, así como en las decisiones que irá tomando a medida que avance la trama.

El último paso para producir una emoción genuina en un personaje, será las diversas maneras que el autor encuentre para transmitirla. Una de ellas podría ser precisamente comunicar esa emoción, es decir, cuando el personaje narra un hecho en particular que lo vuelve frágil y vulnerable en todo su ser. Esta sería la manera más concreta para expresar una emoción determinada. Pero, también, el autor podría recurrir a expresar las emociones a través del comportamiento de los personajes como dije en párrafos anteriores. Esta opción no tiene una comunicación directa con el espectador, ya que nadie dice claramente lo que siente, sino que lo expresa de distintas maneras. Sin embargo, este es el método más eficaz, pues permite que el espectador conecte de manera profunda con las emociones sin tener que caer únicamente en grandes monólogos. Así, el relato estará intervenido por el cuerpo y el cuerpo, a su vez, estará intervenido por el relato.

Por último, tenemos que recordar que las emociones, como en la vida real, se transmiten de una forma indirecta. Por ende, es muy importante estar atentos a las distintas señales que proporciona el personaje para encontrar el sentido no solo de sus palabras sino de sus actos.