Para ahorrarse la pena de corregir sus defectos, se persuadió de que podía compensarlos exaltando sus virtudes y acabó por estropear sus buenas cualidades a causa de ese exceso, que las degenera o vuelve peligrosas. Llevó el desinterés hasta la locura y la generosidad hasta el engaño; la bondad devino en debilidad; el coraje fue pura temeridad; la franqueza, imprudencia y su buena fe, credulidad ridícula. Una sensibilidad excesiva inutilizó en ella toda sutileza y penetración de espíritu.
Stéphanie Félicité du Crest, por matrimonio condesa de Genlis, más conocida como Madame de Genlis, fue una escritora francesa que se desarrolló entre los siglos XVII y XIX. Por ello, se la considera muchas veces un gran ejemplo del devenir de una escritora de esta época. Antes de la revolución estuvo a cargo de la crianza de los hijos de duque de Chartres, el llamado luego “Felipe Igualdad”, entre sus discípulos estuvo el que llegó a ser posteriormente rey de Francia en 1830 con el nombre de Luis Felipe I. Él y sus hermanas le guardaban mucho aprecio y hasta algunas la querían más que a su propia madre. Se dice que Madame de Genlis pensaba que, a pesar de ser su discípulo, el futuro rey no tenía dotes para gobernar. Durante la revolución francesa muchos de sus amigos fueron perseguidos y su propio marido guillotinado. Autodidacta y curiosa es también autora de la obra Mademoiselle de Clermont.

Perderías la familia de las mujeres, el apoyo de los hombres, te apartarías de tu ámbito sin ser aceptada en el de ellos, que jamás aceptarán a una escritora como una igual: te tendría más celos que un hombre.
Esta obra muy conocida se titula La femme auteur, se puede traducir como La escritora o La mujer autora. Es un relato que se publicó dentro del libro Nouveaux contes moraux, et Nouvelles historiques en 1802, ya durante el gobierno de Napoleón Bonaparte. La historia nos cuenta sobre dos hermanas Dorothée y Natalie. Son dos huérfanas que fueron educadas en un convento, cuando terminan su educación salen a la sociedad y Dorothée se casa muy joven. Mientras, Natalie lo hace algunos años después pero enviuda muy rápido. Siempre en el camino de la virtud, como era común en el siglo XVII, se habla muchísimo de lo que es el vicio, incluso asegurando de que si te gusta el arte puedes tener acceso a diversiones frívolas. Es en realidad una obra bastante espiritual. Natalie, a pesar de disipada, le gusta escribir desde muy joven. No lo hace precisamente para alguien sino para ella misma, pero en aquella época los roles de las mujeres eran muy diferentes. Por ejemplo, se quería que una mujer, aunque esté emocionada lo disimule, que no haga mucha bulla durante una conversación, que se muestre temerosa, incluso muy tímida y que cuando la miren se sonroje y baje los ojos.
Los hombres, sea por interés, ambición o amor propio, ¡saben adoptar tan bien el tono y el lenguaje de la pasión! Pero jamás el agradecimiento o la piedad les impulsan a fingirlo.

Natalie va a la corte, “ese lugar donde el amor se ve exaltado por doquier: en la cortesía y galantería, que a menudo son su viva imagen; en los espectáculos, que con frecuencia hablan de su encanto y violencia; en las reuniones y fiestas en que la gente se encuentra”. Allí conoce a Germeuil, un joven que está enamorado de la condesa de Nangis (esta última, casada). Pero Mélanide, una joven maliciosa, está enamorada también de él y querría que sea infiel. Natalie empieza a portarse generosamente con la «pareja» de amantes y se ve medio tonto que ya salve muchas veces a los dos, incluso del marido de la condesa. Por una razón muy bizarra (¡esto es autobiográfico!), durante el devenir del libro, querrá salvar a tres desconocidos de la cárcel; para ello publica un libro, pues le dijeron que con ese dinero iba a liberarlos. Ante la reticencia inicial de la autora aparecen ideas como que no desea la fama sino ser conocida por ser solo sencilla y buena; o que el hecho de imprimir un libro ya implica que crees que lo que escribes es muy importante y necesita quedar para la posteridad. Por este significante evento empezarán a cambiar las cosas para Natalie. Parece una película de terror en el sentido de cómo una mujer que se convierta en escritora puede hacer que la otra persona se desengañe, e incluso piense de que le es infiel ya que «escribe para otros y no solamente cartas para él».
Como si la expresión de las miradas, los sonidos alterados de la voz, las palabras ingenuas que se escapan y cuyo sentido, al quererse retratar de ellas, se confirma, no fuesen, acaso, en todas las épocas, el verdadero lenguaje del amor.
Interesante cómo menciona las cosas malas que trae ser escritora famosa ya que la gente te juzga y a veces incluso siempre tiene que hablarte de tu obra, son cosas realmente interesantes de esa época que eran reales. Como la envidia y los críticos que opinan mal sobre su obra en los periódicos, pero, en realidad, ni siquiera eran sus opiniones, sino de gente de alta sociedad que los obligaban a denostar a los autores.

Es un libro que nos habla sobre la experiencia de la escritura y de la profesión de escritora en una sociedad donde los hombres eran los que protegían pero subyugaban a las mujeres. Adelantada a su época desde donde lo podamos mirar. En parte, hay dos posturas: de la hermana que piensa que ser mujer (con las tareas dulces que eso implica) es bastante placentero y la otra que está dispuesta a desafiar a los escritores varones quien no verían de buen gusto que una mujer los supere. La novela parece vacilar en dar una respuesta, pero los dilemas están muy bien planteados y desarrollados. Es una discusión sobre el papel de una escritora que a la autora le tocó vivir sin lugar a dudas, con una historia romántica de por medio.
El amor está hecho para ser indiscreto, la misma prudencia lo traiciona.