El horizonte del personaje, ¿cuántos hay?

Por Fernando Zabala / Docente y dramaturgo

En la mayoría de las obras, los personajes cambian según necesidades, obstáculos o emociones. Este cambio se puede dar por diversas situaciones generadas por ellos mismos o por terceros. El hecho que los personajes evolucionen tiene que ver con la vida en sí. Uno no es igual con todas las personas de su ámbito todo el tiempo. Por esta razón, es normal y esperable que los individuos dentro de una historia cambien imprevistamente, así como lo hacemos nosotros en la vida diaria.

Al igual que las personas en la vida cotidiana, los personajes también están atravesados por muchas situaciones que los hacen reflexionar y tomar decisiones. Esto afecta directamente a la personalidad de cada uno y también a su forma de pensar y de actuar frente a las cosas, lo que conlleva a que, inevitablemente, crezcan. Las personas maduran, y los personajes también, junto con los conflictos y los desafíos que se les presentan. Estos van cambiando todo el tiempo de estrategias y eso de alguna manera los moviliza emocionalmente. Por este motivo, el público confía en que los protagonistas se modifiquen por la historia ficticia en la que se encuentran.

Al igual que nosotros, los personajes se ven involucrados en ciertas situaciones de la vida diaria que, inevitablemente, alteran su carácter y su personalidad.  Cuando se evidencia la transformación de los individuos en una obra, esto hace más orgánicos a los personajes y es más fácil poder identificarse o rechazar a los mismos. Puede haber personajes que no presenten cambios significativos, y pareciera que, en cada acto o escena, se mantiene su personalidad intacta, claro está, que estos representan la minoría y al público siempre le fascina ver cómo su personaje preferido ha crecido y se ha enfrentado a todos los que se le pusieron en el camino. También, puede ocurrir que un personaje no sufra alteraciones importantes durante buena parte de la obra porque todavía no ha llegado su momento, o porque aguarda la situación indicada para hacer el clic necesario y encontrar un nuevo horizonte.

Los horizontes de un personaje a veces no se vislumbran a primera vista, pero suelen encontrarse muchas veces a medida que el autor avanza sobre la trama. Si hay personajes con horizontes variados, podríamos tener una diversidad en comportamientos dislocados y una sucesión de capas que vayan mixturando la historia.

¿Pero qué es el horizonte del personaje? Imaginemos que tenemos nuestra historia delineada y los protagonistas mantienen un solo conflicto y dos líneas de acción posible. Rápidamente nos vamos a dar cuenta que sufrirán alguna modificación como resultado, pero que si el conflicto es el mismo todo el tiempo, los personajes no tendrán grandes efectos a nivel emocional. Lo que siempre les pido a mis alumnos de dramaturgia es que observen ese primer horizonte del personaje y traten de divisar si no hay un segundo o tercero que los haga fugar hacia lugares nuevos que impliquen cierta transformación compleja en sus nuevas actitudes.

Entonces la pregunta que me debo hacer como dramaturgo, es: ¿Qué otra cosa no está diciendo el personaje? ¿Qué es lo que oculta en su primer comportamiento? ¿Dónde está ese segundo o tercer horizonte que a la vista del paisaje no aparece? Debo hacerme todas estas preguntas para entender que si no tenemos un cambio importante en la personalidad del protagonista, difícilmente podamos encontrar un crecimiento en la historia y un final que permita una revelación impensada para ellos mismos y para el público. No es necesario saber exactamente cómo va a terminar la obra ni tener todo definido antes de empezar a escribirla. No obstante, sí es fundamental tener en claro de qué forma van a reencarnarse los individuos en mi obra. Si no encuentro el segundo o tercer horizonte donde mis personajes ya no hagan pie con tanta facilidad, difícilmente descubra la esencia de los mismos.

La esencia del personaje es un conjunto de elementos que lo hacen más complejo. Más allá de su forma de ser y de actuar, se puede observar las motivaciones detrás de sus acciones y el trasfondo de su vida. Ambos elementos conjugados nos pueden dar un indicio de que, inevitablemente, el personaje tendrá un crecimiento en algún momento de la historia, siempre y cuando, revele de algún modo u otro aquello que oculta y aún no ha mostrado. Por lo tanto, el carácter del personaje debe mutar todas las veces que sea necesario, al igual que los objetivos y propósitos del mismo. Para ello debemos saber cuántos horizontes tiene nuestro personaje y en qué momentos de la obra irá revelándolos.

A medida que avanza la historia, al personaje se le presentarán momentos en donde debe decidir qué camino quiere seguir. Posiblemente, en alguno de esos senderos el personaje vaya desnudando alguno de esos horizontes. Sea cual fuere su elección, lo importante a destacar no es la decisión en sí, sino el hecho de que el individuo ha pasado por una transición y ya no será el mismo al término de la obra.

Lo fundamental a tener en cuenta, con toda esta información, es que el autor debe ser capaz de crear un sujeto de ficción, con la misma complejidad que la que tiene un ser humano de carne y hueso. Con sus virtudes y defectos, habilidades y debilidades. Que posea cosas en común con el resto de las personas, pero que a su vez sea único e irrepetible.

En resumen, hacer de nuestros personajes personas inolvidables, y, para ello, dependerá de cuantos horizontes hallemos en el campo.

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